viernes, 19 de abril de 2013

Oh Bella Ciao.

Cada una de nosotras nos llevábamos un pedacito de arte aquel día que mantendríamos en el recuerdo toda la vida. La verdad es que era un día cualquiera en el que nos juntábamos las tres, pero he de deciros que cada vez que las tres estábamos juntas nos pasaban cosas surreales, increíbles. No sé muy bien hacia donde nos dirigíamos tras salir por el portal de mi casa de Largo Barriera Vecchia, preciosa calle por cierto. Lo que sé es que de repente comenzamos a oír una música a lo lejos y nuestros pies, cual ratitas siguiendo al flautista, se dirigieron en busca del origen de esa música. Y allí estaban, un batería que nos enamoró, un guitarrista y un bajista tocando al mundo. No era ninguna calle céntrica, eso lo recuerdo, quizá era por Piazza della Borsa, lo que sí recuerdo es ese momento mágico. Las tres bailábamos nuestra alegría cuando llegó la explosión al dedicarnos "La Flaca", para las españolas dijeron. Y allí estábamos, saltando pletóricas de amistad sin saber como se nos marcaría ese día a fuego en las entrañas. No quedó ahí la cosa. No sé muy bien como pudimos salir de ahí, quizá fue porque dejaron de tocar, porque si no habríamos estado allí comiendo bienestar y bebiendo risas hasta desfallecer, pero la cuestión es que acabamos en Piazza Sant´Antonio preguntándonos quién sería ese abuelito rastas que estaba encima de un escenario, "Quizá sea un técnico" dijo alguna, "Habrá un concierto esta noche?" dijo otra, "Venimos luego y lo comprobamos" remató la tercera. Para hacer tiempo decidimos irnos de librerías, somos únicas. Íbamos a mirar y salimos a manos llenas, libros por doquier, no nos dejamos ni uno. Y acabamos allí, en el concierto, con ese abuelito rastas que ahora iba trajeado  que resultó ser el saxofonista de un grupo de Ska famoso en Italia. Sí, nosotras estuvimos allí, sin pensarlo, sin planearlo. Ahora sé que el destino tiende a separarnos, porque Titi, Tamara, no se puede apreciar la primavera sin pasar por el invierno. Vi voglio bene.