Más bien parecían unas actrices
sacadas de una peli de terror o de un programa de esos en que te
cambian de look por necesidad social. Maquilladas a lo guacamayo,
cacareaban a grito pelao' resultando obscenas a los oídos. Les
gustaba llamar la atención, y lo hacían, vaya que lo hacían, pero
no como a ellas les hubiese gustado. De su ropa, solo diré que
verlas me recordaba a esa frase de la canción de Pereza "qué
difícil ser lo más que fácil ser elegante". Como dice mi
madre, lo importante es la percha. Su presencia resultaba vomitiva a
mi tranquila existencia. Su discurso era un sin sentido
continuo. Profesoras altruistas daban clases por doquier a quien se
les plantase por delante, provocando risión en lugar de erudición.
Eran tan altivas, tan inteligentes y tan listas que no se dieron
cuenta de que pasearon por sus vidas como si de maletas se tratasen.
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